EL VALOR DE RENUNCIAR

Por Dra. Susana Buen-Abad
Director de Desarrollo Humano Consultores

Renunciar se asocia comúnmente con darse por vencido y para muchas personas aceptar que no pudieron, no supieron o no fueron capaces les implica una fuerte carga emocional que se asocia con la autoestima, sin embargo no se reconoce ningún mérito al valor que requiere renunciar.

Cuando las cosas empiezan a ir mal, ya sea en el negocio propio, en una relación o en el trabajo o escuela si renunciáramos de inmediato entonces si podríamos hablar de cierto grado de intolerancia a la frustración. Pero ¿qué es esto?

Intolerancia a la frustración tiene que ver con no ser capaces de esperar resultados, con desear que todo salga siempre bien y al momento en que deseamos que ocurra, tiene que ver con no saber esperar que el fruto madure, que la relación se estabilice, el negocio repunte o el trabajo mejore.

Lo peor es cuando la persona que no tiene tolerancia a la frustración quiere que las cosas salgan bien sin tener que mover un dedo o esforzarse más de lo que él determina que es lo que está dispuesto a hacer o a dar.

Son personas que muy probablemente fueron o muy reprimidas y ahora de grandes quieren que la vida los recompense con creces o fueron muy mimados y quieren que el mundo se comporte como lo hacía mamá que al primer llanto mío obtenía todo lo que yo quisiera.

Entonces para estas personas lo más fácil es culpar al mundo, ya sea el jefe, la esposa, el hijo, el mercado, el país, el partido, etc. y renunciar, no son capaces de poner de su parte, de analizar qué es lo que está ocurriendo y ver si tiene remedio, si algo de lo que yo hago o de lo que no hago está causando el problema y así poder cambiarlo para corregir las cosas.

Estas son las típicas personas que cambian de amigos cada rato, pues los otros le salieron “malos”, lo mismo hacen con las novias o novios, tienen en su haber varios divorcios y quizá han puesto varios negocios, cambiado de trabajo en varias ocasiones, etc.

No están dispuestos a dar, a luchar, a comprometerse de verdad en nada, todo se debe arreglar solo o si no, no servía el jefe, la empresa, la esposa, etc. Es triste pues son personas que nunca están satisfechas y se sienten frustradas por estar rodeados según ellos de gente inepta, tonta e ignorante.

Por otro lado tenemos a los que si están dispuestos a luchar por sus sueños, que si se entregan a un trabajo, un negocio, una relación, un matrimonio, una carrera profesional, etc. Y cuando las cosas después de batallar un poco se arreglan y funcionan es verdaderamente gratificante disfrutar de ello y en general viven felices sabiendo que todo lo que tienen lo han ganado, lo han conquistado y lo merecen.

Sin embargo, en el otro extremo tenemos a aquellos que se aferran a un trabajo en el que se sienten verdaderamente frustrados, incómodos, infelices, se obsesionan con hacer que su matrimonio funcione a toda costa y soportan toda clase de humillaciones y maltratos, son aquellos que se encaprichan con un negocio y pese a ver que están perdiendo no renuncian a la esperanza de que pronto cambiarán las cosas.

Es precisamente en esta clase de personas que el valor de renunciar se vuelve crítico, pues piensan que renunciar las hace perder todo en aquello que creían, a veces no se trata de perder ese negocio o a esa esposa o ese trabajo, sino de que asocian el renunciar con incapacidad, renunciar con cobardía, renunciar con estupidez (por haber elegido mal), renunciar con desobedecer las reglas de la empresa, la sociedad, la iglesia, etc.

Es por ello que se empeñan en alcanzar lo inalcanzable, si una relación es destructiva, si un trabajo es asfixiante, si un negocio no es rentable «Y YA SE HIZO TODO ESFUERZO RAZONABLE» para salir adelante y no se consiguió es entonces momento de considerar el renunciar.

En realidad esta es la clave para distinguir a aquel que tiene intolerancia a la frustración y aquel que renuncia, que ya se hizo todo esfuerzo esperado, lógico, posible y se le dio tiempo a los resultados, cuando nada de esto ha funcionado, ya no se puede hablar de ser intolerante, no se puede hablar de cobardía, no se puede hablar de caprichos…

Lo que podemos afirmar con toda seguridad es que a veces se requiere más valor para renunciar que para seguir, pero la pregunta clave podría ser ¿Cuándo ya es tiempo de renunciar sin caer en que huimos del compromiso?

Esa respuesta no se contesta en una unidad de medida del tiempo, no se trata de hablar de semanas o meses o años, se trata de hablar seriamente con nosotros mismos y analizar hasta dónde el querer renunciar es porque ya no quiero batallar y hasta dónde en forma seria y honesta ya no hay nada que hacer pues lo hemos intentado todo o al menos todo aquello que se nos ha ocurrido hacer y ha estado en nuestras manos. La respuesta a la pregunta de si ya es tiempo de renunciar solo la puede responder usted, después de advertir no solo que ya se hizo lo posible sino que ya analizó las consecuencias sus futuras posibilidades, los costos en tiempo, dinero, afecto, dolor, frustración, etc.

Malgastar su tiempo, su vida, su salud y su tranquilidad en un proyecto (negocio, trabajo, profesión, relación) que no le produce nada, que le da más dolores de cabeza que satisfacción o beneficios, perder otras posibilidades más gratificantes o rentables es un riesgo alto y una inversión mal hecha, pero solo usted como siempre tiene la última palabra, solo recuerde que a veces se necesita más valor para renunciar. ¡Buena Suerte!.