ARREPENTIMIENTO: Un examen de conciencia
Por Dra. Susana Buen-Abad
Director de Desarrollo Humano Consultores
Cuando hablamos de arrepentimiento, implica que hemos tomado conciencia del daño que hemos causado, ya sea a nosotros mismos, a una relación padre e hijo, de pareja o de amistad, significa que nos lamentamos por lo que hicimos y que si pudiéramos dar marcha atrás al reloj no lo haríamos de nuevo.
La parte agredida ha sido lastimada de algún modo y el impacto del daño varía dependiendo de la forma, el lugar, el momento o hasta las circunstancias en que se dio la herida y a veces un simple lo siento no es suficiente, la persona que ha sido lastimada necesita ver y sentir un verdadero arrepentimiento y dolor de parte del agresor por habernos lastimado.
La parte agresora, puede que realmente no sepa expresar el arrepentimiento, puede que el dolor de haber lastimado a alguien a quien ama sea tan grande que sabe que no hay palabras para disculparse. Cuando pedimos perdón por nuestros actos, requerimos más que doblegar el orgullo, se requiere de humildad para aceptar nuestros errores, para aceptar que somos falibles y madurez para hacernos responsables de nuestros actos.
El arrepentimiento cuando no es expresado a través de una solicitud de perdón nos consume por dentro y nos hace sentir cada vez menos merecedores de ser perdonados, el sentimiento va creciendo y puede llegar a ser tan grande que perdamos toda esperanza de poder obtener un perdón y evitamos el contacto, dejamos de comunicarnos, inconscientemente esperamos que las cosas se resuelvan solas como por arte de magia, pero eso no sucede así.
La persona que ha sido ofendida en ocasiones solo espera ver una chispa de arrepentimiento y no se atreve a acercarse pues teme ser lastimada de nuevo, se siente herida y sin fuerza para enfrentar a su agresor y le duele profundamente el no sentir que la otra persona se siente arrepentida.
Estas dos situaciones donde uno no se acerca por temor a ser herido de nuevo y el otro por temor a no ser perdonado, se combinan y solo crean que la relación se enfríe y se distancien más aún. Se cree equivocadamente que el tiempo y la distancia pueden calmar los ánimos y hacer que se olviden las heridas, pero tampoco sucede así.
El distanciamiento y el tiempo solo incrementan la culpa, el arrepentimiento, el dolor y hacen más grande la herida, uno teme ser lastimado de nuevo y el otro teme no ser perdonado y ese temor crece sin cesar, el miedo nos paraliza y nos puede llevar a la total perdida de la relación. Si tomamos en cuenta que el ser humano en un ser imperfecto que comete errores y que en esa búsqueda de su felicidad a veces pierde el rumbo, pierde la perspectiva, pierde el sonar y hasta la brújula, es comprensible que aun sin quererlo, sin tener la intención de lastimar a otro, digamos o hagamos cosas que provocan una herida.
Como cualquier herida, si no se cura, se desinfecta y se limpia, esta puede contaminarse y causar inflamación, mas dolor e infectarse, puede provocar fiebre y en la fiebre delirio y alucinaciones, puede hasta provocar la muerte. Hablando de heridas emocionales ocurre algo similar, cuando somos heridos lo primero que necesitamos es hacer ver al otro que nos hemos sentido lastimados con lo que ha hecho o dicho, debemos expresarle nuestro dolor para que esa persona tome conciencia de lo que ha hecho.
La verdad es que no importa si mi intención no era la de herir al otro, eso no lo protege de ser lastimado por mí, la verdad es que no importa si el otro no tenía intención de lastimarme, eso no me protege de ser lastimada por él. Las personas somos como piedrecillas, en las que nuestra superficie no es lisa, es áspera y tenemos pequeñas aristas y depresiones que cuando en el camino de la vida nos juntamos y rozamos, a veces sin querer nos lastimamos por el simple roce, por el simple contacto, por la simple convivencia.
Entre más cercana sea la relación, la convivencia y el contacto, hay más oportunidades de rozarnos y de herirnos, por ello es que a veces con los amigos nos llevamos muy bien y con mi padre, mi esposa(o) o mi hijo(a) no, la cercanía de una relación otorga muchas más ocasiones para lastimarnos lo que no ocurre con los amigos a los que vemos de vez en cuando y especialmente para ocasiones divertidas.
Esto es triste pero es una realidad, las personas que tenemos más cerca, con las que más compartimos, a las que más amamos, es a las que más lastimamos también. Pero es en esa misma fuerza la del amor en la que podemos confiar y con la que podemos contar para resolver estos conflictos, aminorar ese dolor, armonizar la relación.
Debemos ser conscientes de que así como nos han lastimado así también lastimamos y si hemos recibido el perdón cuando hemos ofendido, también debemos otorgarlo cuando nos lo piden. El arrepentimiento y el perdón son un binomio inseparable que fundamenta las relaciones humanas, las relaciones familiares y de pareja, el arrepentimiento y el perdón no solo nos hablan de la imperfección del hombre sino también de su grandeza, humildad y generosidad.
Dicen que el amor hace milagros y uno de los más grandes es el de renovar las relaciones, el de recuperar seres queridos, el de restaurar a la familia, el de integrar matrimonios y acercar a los hijos, padres, hermanos, abuelos, etc. Entre más grande sea el amor, más grande puede ser la herida, pero también más grande es el dolor del arrepentimiento y más grande y hermoso el regalo y la generosidad del corazón humano para otorgar el perdón.
Hagamos un examen de conciencia y analicemos a cuántos hemos lastimado aun sin quererlo y llenémonos de humildad para pedir perdón por la falta cometida y luchemos por ese perdón con la fuerza de amor para acercarnos a aquel amigo que preferimos olvidar antes de pedirle perdón, reconciliémonos con aquel primo, aquella tía o quizá con nuestro padre, hermano, nuestro hijo o nuestra pareja. Ellos merecen tanto nuestro arrepentimiento como nosotros necesitamos su perdón. Deje atrás el orgullo y busque integrar su mundo, la vida es muy corta como para vivirla con miedo, con dolor y con arrepentimiento. ¡Buena Suerte!.