TRASTORNOS DE ANSIEDAD
La ansiedad, cuya más nítida expresión es el estrés, se ha convertido en una de las manifestaciones más claras de las demandas y presiones propias del estilo y ritmo de vida que llevamos. Mecanismos psicofisiológicos dan lugar a una respuesta generalizada ante cualquier situación real o imaginaria, por mínima que sea, interpretada como hostil al organismo. Si el estado de alerta del organismo persiste durante algún tiempo y tiene la suficiente intensidad, provoca en las personas un malestar psicológico y numerosas alteraciones físicas (dolores musculares y articulares, dolores de cabeza, problemas cardiacos, trastornos de la sexualidad, etc) y en definitiva una peor calidad de vida.
Ansiedad generalizada:
Se produce cuando un individuo ha pasado por una situación de amenaza contra su integridad física o de personas cercanas, situación acompañada de un miedo intenso y sensación de impotencia y desesperanza. Se caracteriza por niveles de ansiedad excesivos. La persona tiene la sensación de no poder controlar su estado y manifiesta al menos tres de los siguientes síntomas: fatiga, dificultad de concentración, irritabilidad, tensión muscular y alteraciones del sueño; aunque pueden presentarse también temblores relacionados con la tensión motora, sudoración, náuseas, diarrea y síntomas depresivos, provoca un deterioro en su funcionamiento social o laboral. Los asuntos que generan ansiedad o preocupación son situaciones normales y cotidianas.
Estrés agudo y postraumático. Los síntomas de referencia son:
Sensación de insensibilidad, distanciamiento y falta de emociones respecto al suceso, falta de conciencia de sus circunstancias, despersonalización, amnesia, reaparición de la experiencia del suceso de modo repetitivo y persistente mediante imágenes recurrentes, pensamientos, sueños, ideaciones o sensaciones de revivir la experiencia traumática, síntomas de ansiedad intensa, como insomnio, irritabilidad, falta de atención y concentración, respuestas exageradas de alerta ante situaciones normales e inquietud motora.
Crisis de pánico:
Llamadas también crisis de angustia, consiste en padecer repentinamente y durante un período corto de tiempo, un miedo intenso acompañado de al menos cuatro de los siguientes síntomas: palpitaciones o taquicardia, sudoración, temblores o estremecimientos, escalofríos, falta de aliento o sensación de ahogo, sofocación, dolor o molestias en la zona del corazón, náuseas o molestias abdominales, mareo o sensación de inestabilidad o de desmayo, despersonalización, miedo a perder el control o enloquecer, miedo a morir.
En la actualidad este término se extiende a estos síntomas:
Miedo a salir solo/a del hogar o a alejarse del mismo, miedo a situaciones o lugares en dónde escapar pueda resultar dificultoso o avergonzante, miedo a lugares o situaciones que, en el caso de padecer una crisis de pánico no se pueda disponer de ayuda inmediata, miedo a viajar en cualquier medio de trasporte. En este caso el temor suele relacionarse con la distancia existente entre el hogar o el lugar dónde la persona se sienta segura. Cuanto mayor es la distancia se experimenta más miedo o angustia, miedo a cruzar la calle, miedo a encontrarse en medio de multitudes o embotellamientos de tránsito en dónde el regreso a un lugar “seguro” se hace difícil de realizar de inmediato, las situaciones que provocan agorafobia tienden a evitarse y en caso de afrontarlas provocan un gran malestar caracterizado por angustia, ansiedad o miedo, por lo que para quienes padecen el trastorno se hace indispensable la presencia de una persona conocida que le brinde seguridad.
Consiste en un temor intenso y persistente, excesivo e irracional, desencadenado por la presencia o anticipación de un estímulo específico, sea éste un objeto, animal o insecto o una situación, por ejemplo: miedo a la altura, a ascensores, espacios cerrados, a la oscuridad o acudir al dentista.
Determinado por estímulos relacionados con la presencia de personas y la posibilidad de interacción con ellas. Aparece debido a la ansiedad o la vergüenza de que se produzcan señales físicas delatadoras, como sudor, temblor muscular y de voz, rubor, etcétera, lo cuál hace que la persona se sienta vulnerable e insegura. La angustia juega un papel relevante, ya que a la persona le inquieta la posibilidad de experimentarla, lo cual genera un círculo vicioso que es especialmente negativo en situaciones de interacción social.